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Arquitectura04/05/2025 Eq. EditorialFue el edificio más alto de Sudamérica en 1936. Su estilo racionalista y Art Déco lo convirtió en un ícono de Buenos Aires. Con su silueta escalonada, historia aristocrática y estructura pionera, se conserva como un edificio icónico. Hoy atrae al público que puede invertir en viviendas premium.
Frente a la Plaza San Martín, sobre las barrancas de Retiro, se levanta el edificio Kavanagh. Desde su inauguración el 2 de enero de 1936, representa mucho más que un conjunto de departamentos: sintetiza historia, vanguardia, estética y mito. Con 120 metros de altura, marcó un hito en la arquitectura latinoamericana y se convirtió en el edificio de hormigón más alto del mundo en su tiempo.
Hoy, en un contexto de recuperación del mercado inmobiliario, atrae a quienes buscan unidades premium para comprar o alquilar en una zona dinámica de Buenos Aires.
Fue además el primero en contar con aire acondicionado central y uno de los primeros en aplicar estándares de confort urbano pensados para una nueva clase de habitantes de departamentos de alta gama. Su promotora, Corina Kavanagh, impulsó la obra como símbolo de modernidad, ruptura y también, según una leyenda instalada, como gesto de venganza familiar.
El proyecto estuvo a cargo del estudio integrado por los arquitectos Gregorio Sánchez (oriundo de Uruguay), Ernesto Lagos y Luis De la Torre, con la ejecución técnica del ingeniero Rodolfo Cervini. Se construyó en sólo 14 meses, en plena crisis económica mundial (luego de la caída de Wall Street y sus consecuencias).
Con una superficie total de 26.000 metros cuadrados, incluyó tecnologías inéditas para la época, como un sistema de aire acondicionado que abastecía el aire para refrigerar a 75.000 personas y una instalación eléctrica suficiente para un pueblo entero.
El edificio obtuvo en 1936 el Premio Municipal de Casa Colectiva y de Fachada. En 1994, la American Society of Civil Engineers lo distinguió como “Hito histórico internacional de la ingeniería”. En 1999, la UNESCO lo declaró patrimonio de la arquitectura moderna y el Estado argentino lo reconoció como Monumento Histórico Nacional.
“Este edificio fusionó, como pocos en su época, la racionalidad técnica del movimiento moderno con la estética Art Déco. Lo hizo en pleno contexto de crisis global, cuando construir algo así era más que un gesto arquitectónico: era una afirmación de modernidad”, explicó Iván Malesani, investigador y fundador de la Asociación Art Nouveau Buenos Aires.
Diseño y legado
Con su planta escalonada y líneas rectas, fusiona racionalismo y Art Déco en una síntesis única. Su estructura de hormigón armado requirió más de 1.600 kilómetros de barras de acero y contiene 90 kilómetros de tuberías internas (la distancia similar entre CABA y Zárate).
Los detalles decorativos, como la mansarda de remate francés —pensada para que la nieve se deslice, aunque solo nevó dos veces en la ciudad— y las terrazas jardín que avanzan en forma de proa sobre la ciudad, contribuyen a su identidad inconfundible.
Para Mariela Blanco, autora de "Leyendas de ladrillos y adoquines" y la reciente obra "La historia es noticia, una curiosa reseña de la Buenos Aires de ayer", el Kavanagh “rompe con el estilo Beaux-Arts que rodea la plaza San Martín, pero mantiene coherencia al incorporar elementos clásicos como el tejado francés. Es un edificio rupturista que no desentona con su entorno”.
El edificio Kavanagh cuenta con 105 departamentos distribuidos en sus 31 pisos, además de 10 locales comerciales en planta baja.
“Fue pionero no sólo por su altura, sino por introducir un nuevo estándar de confort urbano. Anticipó las demandas de una clase media ilustrada que exigía eficiencia, diseño y servicios integrados en espacios más funcionales”, sostuvo Malesani.
Una rareza en el ala izquierda lo recuerda: dos columnas y un balcón neoclásico indican la antigua residencia de Corina Kavanagh. Según el mito más extendido, la aristócrata mandó a construir el edificio para interrumpir la vista entre la mansión Anchorena y la Basílica del Santísimo Sacramento, tras el rechazo a una relación amorosa entre su hija y Aarón Anchorena. Sin embargo, Mercedes Castellanos de Anchorena —la supuesta antagonista— murió en 1920, mucho antes del inicio de la obra. El relato, aunque cronológicamente inviable, contribuye a la mística que envuelve al edificio.
Más aquí en el tiempo, se ubicó el "huevo del Kavanagh", una escultura ubicada en la Plazoleta Alberto Ginastera, junto al emblemático edificio en el barrio de Retiro.
Esta obra es una réplica de "Nosotros afuera", creada en 1965 por el artista vanguardista Federico Manuel Peralta Ramos. Instalada en 2015, conmemora el 50º aniversario de la obra original y rinde homenaje al espíritu artístico de los años 60 en Buenos Aires.
Departamentos en venta
Dentro del Kavanagh, muy pocos departamentos son iguales. El que se encuentra en venta conserva el plano original, con dos suites, palier privado, living y comedor con orientación al río, detalles en boiserie de sicomoro, y cocina con isla integrada. La distribución separa claramente las áreas sociales de las privadas.
Según Cecilia Baccello, titular de Baccello Propiedades, se trata de una unidad versátil. “Es ideal para un primer departamento, una inversión o para alguien que se muda desde un espacio mayor y valora la calidad arquitectónica. Tiene una cocina ampliada que permite una dinámica social integrada y conserva materiales originales: pisos, puertas, herrajes, todo fue preservado”.
Se le sumó un toilette de recepción, se compró una cochera a una cuadra del edificio y se actualizaron los sistemas de climatización. “En vez de intervenir con recursos ajenos al estilo, se priorizó lo esencial: materiales nobles, distribución lógica, circulación fluida”, añadió Baccello.
Esta unidad se comercializa en u$s390.000, con 145 m2 cubiertos, 3 ambientes y dos baños, una cochera. Hay más de 15 unidades en venta actualmente que oscilan entre u$s110.000 (dos ambientes), hasta algunas que superan u$s900.000 con más de 5 ambientes.
Mientras que los alquileres están en dólares y oscilan entre u$s1.800 y u$s3.200 los más caros. Las expensas superan los $600.000 al mes y varían según superficie y servicios que disponga la propiedad.
El mercado premium y la demanda actual
Para Nicolás Arana Parera, director de Arana Parera Propiedades, el Kavanagh mantiene un público fiel y culto. “Quien lo elige no busca solo rentabilidad: busca formar parte de una historia. Es una arquitectura que no envejece. Desde sus ventanas se ve la Plaza San Martín, y todo tiene una lógica de obra total”, sostuvo.
Sobre el perfil de los compradores, indicó: “Hay muchas familias ensambladas que buscan 4 ambientes con pallier privado y visuales verdes. También gente del mundo del arte, profesionales, empresarios, extranjeros. Se valora la nobleza del plano, la estética Art Déco y la calidad de los materiales”.
En cuanto al mercado inmobiliario premium, el blanqueo de capitales reactivó la demanda. “Muchos aprovecharon para regularizar fondos y buscar refugio en inmuebles sólidos. Las propiedades con historia y buena ubicación siguen liderando”, explicó Arana Parera.
El segmento de lujo se mantuvo más estable que el resto del mercado en los últimos años. Aunque no escapó a la retracción general, conserva liquidez, sobre todo en unidades con valor arquitectónico o patrimonial.
Servicios, mantenimiento y estilo de vida
El Kavanagh no tiene portero eléctrico ni cocheras en el edificio. Cada visitante debe anunciarse en recepción, donde conserjes informan por teléfono a cada departamento. Se trata de un edificio con vigilancia 24 horas, servicio de mantenimiento permanente y atención personalizada.
Los ascensores —doce en total— se distribuyen entre cinco escaleras, y muchas veces son compartidos por no más de diez unidades. Cada departamento cuenta con calefacción central, agua caliente central, y sistemas de aire acondicionado que fueron adaptados a soluciones individuales modernas.
Los pasillos interiores están decorados con vitrinas e iluminación indirecta. Los salones comunes, con sus paneles originales y arte mural, se mantienen como espacios cuidados. Los pisos son de roble de Eslavonia y muchas unidades todavía conservan herrajes de época. El consorcio trabaja activamente en tareas de restauración y puesta en valor.
Simbolismo y valor cultural
El Kavanagh fue construido en tiempos de crisis, durante la gran recesión de los años treinta, con materiales nacionales, creatividad técnica y visión estratégica. Su estructura respondió a la necesidad de replantear la vida urbana, optimizar recursos y diseñar espacios habitables que ofrecieran comodidad sin perder elegancia.
“El Kavanagh trasciende la lógica tradicional del mercado inmobiliario. No se trata solo de un edificio: es una obra de arte, un ícono urbano que condensa historia, estética y una identidad arquitectónica única”, sostuvo Baccello. “Su valor está ligado a lo simbólico. Quien lo elige compra permanencia”.
El edificio continúa en pie como testigo de una época de modernización, sofisticación y ruptura. Con sus 31 plantas, su fachada racionalista y su impronta monumental, mantiene su lugar como una de las piezas más reconocidas del patrimonio porteño.
Fuente: Ámbito.
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